León da tres cabezadas para agradecer la lluvia a San Isidoro

Imagen de archivo de las cabezadas de León
AYTO LEÓN
Actualizado: sábado, 28 abril 2018 11:09

   LEÓN, 28 Abr. (EUROPA PRESS) -

   La Real Basílica de San Isidoro de León acogerá este domingo, 29 de abril, la celebración de la popular Fiesta de las Cabezadas en la que representantes de la Corporación municipal y del Cabildo protagonizan una tradicional dialéctica en la que cada una de las partes demuestra su capacidad de oratoria sobre si la ofrenda al santo es un acto obligatorio o voluntario --"foro u oferta"--, una "batalla verbal" que acaba siempre en empate por lo que se emplazan para el próximo año.

   Declarada fiesta de Interés Turístico Regional, esta celebración, que tiene lugar el domingo más próximo a la festividad de San Isidoro --26 de abril--, es conocida popularmente como 'Las Cabezadas' ya que la escenificación de la ofrenda y de la diatriba entre el poder civil y el eclesiástico termina con tres exageradas reverencias o cabezadas de los representantes del municipio que nunca deben dar la espalda. Se trata del momento más pintoresco de esta peculiar ceremonia leonesa ya que los munícipes se doblan casi en ángulo recto ante el aplauso del público asistente.

   Con 'Las Cabezadas' los leoneses recuerdan cada año las rogativas que les llevaron en 1158, durante el reinado de Fernando II, a procesionar con las reliquias de San Isidoro para pedir ayuda al sabio ante los efectos de la gran sequía que azotaba a los campos leoneses. Fue entonces cuando sucedió el milagro ya que, con la llegada de las reliquias al monte de San Isidro, el agua bendijo León y llovió de forma copiosa.

   Cuenta la historia que cuando se disponían a devolver las reliquias a la Basílica no fue posible ya que ni los más fuertes podían con ellas. Ni el rey Fernando II ni su tía Doña Sancha, gran devota del sabio, daban con la solución hasta que pensaron en la inocencia de los niños, los únicos que pudieron devolver las reliquias hasta la Basílica de San Isidoro.

   El monarca interpretó este hecho como una "señal divina" con la promesa de no volver a sacar las reliquias del santo de la Basílica de San Isidoro.

   Además, en agradecimiento, los gobernantes de la ciudad acudieron de forma voluntaria a la Real Colegiata de San Isidoro para entregar como ofrenda un cirio de una arroba y dos hachas de cera que el abad y el Cabildo aceptaron si bien consideraron que tenía carácter obligatorio o de foro.

   De este modo, se inició un interminable pleito que dura hasta nuestros días con la reproducción cada año de la batalla dialéctica entre el síndico de la Corporación municipal y el capitular del Cabildo sobre la voluntariedad u obligación de la ofrenda en la que hacen alarde público de sus cualidades oratorias.